La tecnología no cambia la identidad de los pueblos originarios

Investigación

El ganador del premio anual “Gonzalo Aguirre Beltrán”, Oscar Ramos Mancilla, habla sobre la indigenización del internet en poblados de la Sierra Norte de Puebla

Miércoles, Noviembre 8, 2017.Mientras realizaba trabajos de campo en poblados de la Sierra Norte de Puebla, Oscar Ramos Mancilla, antropólogo del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” (ICSyH), notó que el paisaje de muchos de sus poblados se había modificado con la llegada de las TIC. Al lado de plazas, iglesias, quioscos y artesanías, ahora hay cibercafés, centros comunitarios, antenas y tiendas de telefonía celular, que contrastan con los escenarios asociados a las comunidades indígenas.

Esta idea, apuntada en su libreta de notas, fue el punto de partida para un proyecto de investigación, con el cual obtuvo el grado de doctor por la Universidad de Barcelona, España, y ganó el premio anual Cátedra Bi-Institucional “Gonzalo Aguirre Beltrán”, a la Mejor Tesis Doctoral en Antropología Social y Disciplinas Afines 2016, que otorgan el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social y la Universidad Veracruzana.

Entre sus hallazgos, el doctor en Estudios Avanzados en Antropología Social descubrió que, contrario a lo que se cree, en las comunidades indígenas en lugar de asimilar sin más la cultura occidental predominante, que supone la llegada de las TIC, ocurre precisamente lo sugerido por la noción teórica de la localización de internet: este acceso favorece sus relaciones personales, “los contactos y los temas de interés que se discuten virtualmente son locales”, comentó el autor de la tesis ganadora.  

Recuerda que su motivación nació mientras revisaba un cuaderno de notas con observaciones realizadas durante visitas de campo. Al percatarse que no existía gran literatura mexicana especializada en comunidades indígenas y TIC, decidió indagar al respecto. Para ello, hizo un trabajo de campo en 2012 y 2013. Eligió tres poblados que cumplieran tres condiciones básicas: acceso a estas tecnologías, su uso por parte de los jóvenes y que estos fueran indígenas.

Con base en ello optó por una comunidad totonaca y dos nahuas de los municipios de Ixtepec y Xochitlán de Vicente Suárez, en la región nororiental de Puebla. Ahí trabajó con jóvenes. Identificó a Facebook como la plataforma más utilizada, pues para ellos es más fácil y permite mantener contacto entre sus amistades, dentro y fuera del propio poblado.

De sus hábitos dedujo que los habitantes de estos pueblos se apropian de las TIC. Es decir, ocurre la indigenización de internet: noción que va en contra de las primeras ideas relacionadas con las TIC (algunas fueron tecnofóbicas), que sugieren que entre más acceso al mismo, mayor homogeneización cultural.

Para el antropólogo, la indigenización de internet, explica cómo los temas locales de estos poblados, los contenidos generados por los jóvenes –a los que él denominó objetos digitales-, como fotografías, videos, audios y textos, contribuyen a la conformación de una comunidad indígena virtual: “una extensión de la realidad que ellos viven”.

“A través de Facebook crean perfiles o grupos con nombres de cada poblado, que son como puntos de unión al que se vinculan con sus propias cuentas, de tal forma que crean foros públicos en los que se discuten sus temas prioritarios, en ocasiones campañas políticas, otras sobre las necesidades de agua o limpieza de caminos”, agregó.

Con el tiempo encontró que jóvenes de poblados distintos en algún momento se conectaban on-line y podían citarse para conocerse en persona. Además, halló que estaban interesados en los asuntos comunitarios (su pueblo, identidad e idioma), “eso que ellos llaman cultura y era evidente por los registros digitales: paisajes, artesanías, técnicas de cultivo, danzas, todo era registrado y compartido como algo propio, aunque ellos no las hicieran. Había incluso rescate de fotografías antiguas, buscaban conservar el pasado de su pueblo”.

Esta red social, la más utilizada en occidente, con 2 mil millones de usuarios en todo el mundo, incentiva ambientes de sociabilidad en esta generación de jóvenes, pues las anteriores no tenían acceso. Sin embargo, no todo es positivo, comentó en entrevista Ramos Mancilla.

-¿Debe sorprendernos esta indigenización del internet, hay estudios con resultados similares?

-Este proceso no es exclusivo; es posible en grupos de otras latitudes. En México se ha buscado hacer software en lenguas originarias. Hay ejemplos de apropiación de los elementos identitarios de los poblados en las tecnologías, como mecanismos de socialización entre ellos. Existen grupos étnicos en Bolivia, Colombia y Perú, así como en gran parte de Centroamérica, que también lo están haciendo.

-¿Cuáles son las diferencias en el uso de las TIC en la capital del estado y en una comunidad serrana?

-En la capital poblana el acceso a las TIC se da por hecho. Allá, esta cobertura está mediada por políticas públicas que buscan la incursión de las personas que habían estado excluidos de la digitalización.

El antropólogo recordó los esfuerzos gubernamentales para llevar la ola digital a las comunidades más pobres y alejadas. “Fue el gobierno de Guanajuato el primero a nivel nacional en crear políticas al respecto. Le siguió Puebla, que a través del extinto Sistema de Información y Comunicación del estado de Puebla (SICOM), creó los Centros Regionales, con el propósito de acercar las TIC y servicios digitales a las comunidades del estado”, relató.

A nivel nacional, continuó, el Sistema Nacional e-México comenzó en 2000, inspirado en la idea del modelo guanajuatense, al buscar la universalización del acceso a internet, con énfasis en comunidades pobres, capacitación en las nuevas TIC y e-Gobierno.

-¿Esta mediación cómo afecta?

-Estos centros son atendidos por personas que pueden motivar o no a los jóvenes a aprender. Las actitudes, opiniones y capacidades influyen en su acceso a la tecnología. Estos capacitadores juegan un papel en el poblado y a veces existen contradicciones, chismes, relaciones que pese a no estar vinculadas directamente con la tecnología, sí pueden hacer que algunos jóvenes se sientan interesados o no.

-¿Representan entonces un sesgo?

-Su didáctica también influye. Básicamente eso es lo que los diferencia entre quienes acceden en una ciudad como Puebla, que tienen mayor autonomía, y quienes lo hacen en estas comunidades que dependen de políticas públicas y de la subjetividad de los operativos de los citados programas. En ocasiones esas personas pueden acceder a información íntima, pues son ellos quienes suelen reparar los teléfonos, las computadoras y diversos dispositivos.

Ixtepec es uno de los primeros sitios donde se instaló un Centro Comunitario, en 2003. Como el gobierno municipal cambió –contó-, también la persona al frente del mismo, dejando a un responsable que no tiene la didáctica del anterior. Eso hizo que las primeras generaciones tuvieran mayor contacto con las TIC que las recientes.

Había otros que no se limitaban a capacitar, sino que también se involucraban en los asuntos de la comunidad, por lo que había una mayor aceptación e interés en su labor. “La dinámica en Huahuaxtla es por mucho más activa que la que se vive en Ixtepec”, agregó.

-¿Qué hacer desde la academia y las políticas públicas?

-Se puede seguir con las líneas que ya marcan las organizaciones indígenas, relacionadas con medios de comunicación y las TIC. Entre estas, la propuesta de proteger las radios comunitarias; es decir, dejar que este tipo de poblaciones siga con sus asuntos y que el gobierno los respalde. En el caso de la antropología se abre un panorama enorme, porque hay investigadores que miran hacia aspectos sensoriales y de una socialidad digital más amplia, que la que ahora vemos.

-Al parecer todo es positivo ¿hubo efectos contrarios a los esperados por este tipo de políticas?

-Se le apuesta mucho a las TIC como un cambio social. Sí lo es, en cierto sentido, pero no como lo han querido destacar. Por ejemplo, en temas educativos, destacan que contribuye a la enseñanza, pero si no cambias la pedagogía y didáctica, da igual que se tenga uno de esos pizarrones digitales e interactivos. No cambia nada si al final hay que memorizar lo mismo. Ese tipo de adjetivos hacia las tecnologías me parecen riesgosos porque por sí mismas no generan cambios sociales. En el caso de los poblados, los ámbitos privados y públicos se hacían porosos. Había casos en que Facebook evidenciaba aspectos de la vida que podrían considerarse no tan públicos. Eso los ponía en riesgo.

-¿Hablamos de los mecanismos de seguridad?

-Los usuarios desconocen los procesos de seguridad con los que las plataformas blindan sus cuentas. Habrá publicaciones que quieras compartir con ciertos usuarios, pero no con todos. En el caso de los jóvenes serranos les falta información sobre estos candados, pues todas sus informaciones suelen ser públicas. Me parece riesgoso exponer de esta forma la vida privada. Está bien si lo haces por decisión, pero no así si es por desconocimiento.
 

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