Investigadora del ICUAP dio a conocer el impacto de los alimentos transgénicos en los ecosistemas
BUAP. 18 de diciembre de 2016. Es necesario que a nivel laboratorio exista un mayor control de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM), para evitar que éstos lleguen al campo y generen repercusiones en los cultivos, señaló Sonia Emilia Silva Gómez, investigadora del Departamento Universitario para el Desarrollo Sustentable, del Instituto de Ciencias de la BUAP (ICUAP), quien informó que entre otros riesgos pueden provocar una erosión genética.
Comentó que si bien los OGM in vitro contribuyen a llevar a cabo descubrimientos científicos e innovaciones tecnológicas, no es necesario liberarlos en regiones que tienen suficientes especies vegetales y animales adaptados a su propio medio ambiente.
De igual forma, dijo, los transgénicos no tendrían que aplicarse cuando existe un alto riesgo de que provoquen un incremento en la contaminación y degradación de los germoplasmas nativos, así como una ruptura de ciclos biogeoquímicos.
En este sentido, recalcó que la creación de los OGM debería realizarse solamente desde una postura de investigación, con la finalidad de proporcionar nuevos conocimientos, sin la necesidad de abonar a una inequidad económica, social y política.
Por ello, destacó que es de suma importancia que se aplique el principio de precaución, que asegure las medidas necesarias para controlar un posible riesgo para la salud de las personas, animales, vegetales, o bien algún daño al medio ambiente, independientemente de la existencia de la evidencia científica.
Posibles riesgos de los OGM en el campo
La académica, quien es doctora en Estrategias para el Desarrollo Agrícola Regional por el Colegio de Postgraduados, Campus Puebla, dio a conocer que los transgénicos pueden provocar una erosión genética, es decir una disminución de la biodiversidad.
“Los OGM in vitro solamente sirven para una cosecha, ya que no pueden ser cultivados por segunda vez; además éstos no tienen predadores, debido a que están constituidos por una recombinación de genes de distintas especies, lo cual provoca un impacto negativo en los animales, vegetales, bacterias, y otros seres vivos, al ser organismos más resistentes que afectan al material genético de los ecosistemas”, detalló.
La investigadora, quien está adscrita al Posgrado en Ciencias Ambientales del ICUAP, explicó que otro riesgo es que si se tienen dos sembradíos, uno de transgénicos y otro sin transgénicos, el polen del primero puede llegar al segundo a través del viento, lo que generaría que la parcela adquiera residuos de la transgénesis.
“Luego, este forraje es consumido por los animales, por ejemplo las vacas, lo que provocaría que ciertos elementos de los OGM llegaran a las personas a través de productos como la leche o el queso, lo cual se conoce como transferencia horizontal, y esto a su vez podría generar enfermedades en quienes los consumen”.
De igual forma, a través del aire la polinización propiciaría en otras parcelas el crecimiento de plantas diferentes a las cosechadas, situación que representaría un problema legal para los campesinos que no cuentan con los permisos para la siembra de transgénicos.
“A nivel general se cree que los transgénicos son la solución a la escasez de alimento en el mundo; sin embargo, no se toma en cuenta la enorme cantidad que se desperdicia diariamente, así como los comestibles vernáculos y una amplia disponibilidad de productos del campo que muchas veces no se conocen”, argumentó la doctora Silva Gómez.
Finalmente, recomendó a la población informarse más acerca de este tema y tomar precauciones con respecto a los alimentos que consumen, como leer las etiquetas de los productos para saber qué elementos contienen, así como verificar, en la medida de lo posible, la procedencia de la comida que ponen cada día en su mesa, esto como una forma de asegurar la salud de las familias al ingerir alimentos libres de componentes químicos.