Miércoles, Marzo 14, 2018
Durante la Semana del Cerebro, investigadora de la FCQ habló sobre la neuroquímica del sueño
Diversas investigaciones demuestran que las malas prácticas del sueño durante la niñez, la adolescencia, así como en los adultos jóvenes, pueden provocar trastornos como depresión, ansiedad, alteraciones neuroendocrinas que involucran hasta cambios en los periodos menstruales, disminución de la plasticidad sináptica y deterioro de la memoria, entre otros, informó Isabel Martínez García, profesora investigadora de la Facultad de Ciencias Químicas (FCQ) de la BUAP.
En su conferencia “Neuroquímica del sueño”, impartida durante la Semana del Cerebro organizada por esa unidad académica, comentó que si las personas no tienen un tiempo razonable de sueño, con todos sus ciclos, la memoria declarativa disminuye; sin embargo, debido a que esta no se puede cuantificar es complicado determinar en qué porcentaje se ve afectada.
“De acuerdo con los expertos en el área, los sueños son la suma algebraica de la actividad neuronal de la memoria, porque parten de cosas que sabemos y que hemos aprendido en otro momento”, explicó.
La investigadora del Laboratorio de Neuroquímica de la FCQ, comentó que existen dos tipos de sueño: sin movimientos oculares rápidos (No MOR) y con movimientos oculares rápidos (MOR).
“El sueño No MOR está compuesto de cuatro fases: en la primera, la persona comienza a tener somnolencia; en la segunda, el sujeto entra al sueño y puede despertar con facilidad; mientras que en la tercera y cuarta comienza el sueño de ondas lentas, también conocido como sueño profundo, en la que hay una completa relajación muscular, disminuye en gran medida la frecuencia cardiaca y la temperatura corporal, y la persona no se despierta con facilidad”, detalló.
Indicó que en la fase MOR, también llamada sueño paradójico, es donde se producen los sueños vividos basados en las experiencias de los individuos, en esta etapa es fácil despertarse y la persona es capaz de recordar con facilidad lo que soñó.
Afirmó que el tiempo de las fases puede variar dependiendo de la cantidad de horas que se duerma, pero que durante una noche el individuo puede completar los ciclos más de una vez.
Ante estudiantes de licenciatura y preparatoria, reunidos en el auditorio de esta unidad académica, mencionó que el tiempo entre la última emisión de fotones que entran al ojo y la primera fase del sueño es de 20 minutos, lo que quiere decir que este es el lapso que tardará una persona en comenzar a dormirse una vez que haya revisado su celular antes de acostarse, por ejemplo, y si lo vuelve a checar antes de este tiempo tendrá que esperar otros 20 minutos y así sucesivamente.
En este sentido, subrayó, es importante educarse a uno mismo para tener una buena “higiene de sueño”, lo que significa que hay que tratar de dormir la misma cantidad de tiempo de forma diaria, por ejemplo seis horas, con una variación de más o menos dos horas.
“Para las funciones neuroendocrinas no sirve dormir 15 horas el sábado, 20 el domingo y tres el lunes, esa es una mala higiene; además, se debe procurar dormir a la misma hora todos los días, aun con las variaciones, así como evitar el uso de estimulantes para conciliar el sueño”, puntualizó.