En colaboración con investigadores británicos del King’s College y la Universidad de Westminster, investigadores de la BUAP evalúan la relación del sobrepeso y la obesidad con la función neurocognitiva
BUAP. 12 de diciembre de 2016. A los padecimientos cardiovasculares, endocrinos y otras enfermedades graves ampliamente reconocidas como consecuencia de la acumulación excesiva de grasa, habrá que sumarles otro mal: científicos coinciden en que los niños con obesidad son más propensos a un menor desarrollo cognitivo, en comparación con los delgados. Investigadores de la BUAP colaboran con el King´s College y la Universidad de Westminster, de Gran Bretaña, para conocer los mecanismos específicos por los cuales se produce este efecto.
México ocupa el primer lugar en la lista de países con mayor índice de obesidad infantil; el 70 por ciento de los adultos mexicanos son obesos y los análisis vislumbran que este problema de salud pública continuará. Por lo anterior, investigadores de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas (FCFM) de la BUAP pretenden conocer cómo el sobrepeso y la obesidad, así como sus características metabólicas, afectan la función cognitiva de niños en edad escolar.
La obesidad, junto con enfermedades hepáticas no relacionadas al alcohol y la alta concentración de grasa ectópica en el hígado, se asocia a deficiencias en el aprendizaje, memoria y funciones ejecutivas, así como al tamaño del cerebro, pues se ha sugerido que la alta acumulación de grasa produce neuroinflamación, lo que podría generar los citados problemas.
Benito de Celis Alonso, miembro de este equipo de científicos de la BUAP, informó que este proyecto busca esclarecer cuáles son los mecanismos que favorecen estos problemas de desarrollo cognitivo, mediante la comparación de imágenes de resonancia magnética de tres grupos de niños: normo-peso, sobrepeso y obesos, para conocer la distribución de grasa específicamente en hígado y páncreas.
De Celis Alonso, quien fue discípulo de Peter Mansfield, Nobel de Medicina en 2003, precisó que en este estudio se realizarán además tomas de muestras sanguíneas y pruebas psicológicas, a fin de establecer los mecanismos por los cuales la obesidad afecta el desarrollo cognitivo, así como establecer bio-marcadores de riesgo metabólico e insuficiencia cognitiva en una población pediátrica de la Ciudad de México.
Estas indagaciones en humanos forman parte del proyecto “Predicción del riesgo metabólico y correlaciones con la función cognitiva en niños y prepubertos mexicanos”, financiado por Conacyt y la Newton Foundation, de Gran Bretaña. A la par, el King´s College y la Universidad de Westminster realizarán observaciones equivalentes, pero en modelos animales (ratones), apoyando al grupo mexicano con su experiencia en el análisis de imagen médica y estudios relacionados con la obesidad y el hígado graso.
A pesar de que científicos del mundo han dicho que mecanismos biológicos derivados de la obesidad, como las adipocitocinas, citocinas inflamatorias y hormonas gastrointestinales, pudieran estar asociados con el aprendizaje, la memoria y la función cognitiva en general, variando según las características del individuo, a la fecha pocos han sido los estudios en humanos adultos y aún menos en niños. Por lo anterior, los mecanismos que interconectan las alteraciones metabólicas relacionadas con la obesidad y la función neurocognitiva en etapas tempranas de la vida, aún no están esclarecidos.
Cuando la física nuclear y la medicina confluyen
Con la ayuda de la resonancia magnética nuclear, los científicos del Cuerpo Académico de Física Médica de la FCFM tomarán imágenes de resonancia magnética en las tres poblaciones de interés: niños mexicanos de entre 7 y 9 años de edad normo-peso, con sobrepeso y obesos.
Benito de Celis Alonso, investigador nacido en León, España, con más de 20 publicaciones en revistas indizadas internacionales y más de 50 ponencias en congresos, comentó que esta técnica es más segura que los rayos X o las tomografías, debido a que no utiliza radiación ionizante, que puede inducir cáncer. Además, no sólo toma imágenes del cuerpo, sino de la propia función corporal: cómo está trabajando el cerebro, el hígado y el sistema gastrointestinal, entre otros. Así capturarán imágenes de los depósitos de grasa acumulados en el hígado en las tres poblaciones.
Revisarán el tamaño, funcionamiento y las cantidades de grasa en niños delgados, pues en ocasiones este sector también presenta secuelas vinculadas directamente con la obesidad, “y es que los efectos de la grasa no dependen únicamente de sus cantidades, sino también de dónde y cómo se acumula”.
A partir de estas fotografías predecirán los riesgos metabólicos y cognitivos asociados a los depósitos de grasa, que representa para la población joven también una menor función cognitiva, específicamente en habilidades de control inhibitorio y memoria de trabajo, que pueden impactar en la formación académica y el desempeño laboral.
Dado que el proyecto es interdisciplinario, estos datos se conjuntarán con la información obtenida en los otros estudios -exámenes psicológicos y de sangre-, a fin de establecer correlaciones entre todos los parámetros que permitan identificar posibles padecimientos y tomar medidas sanitarias al respecto.
El estudio de la interconexión de la obesidad con todas sus alteraciones en el cerebro resulta un área de estudio relevante y novedosa, debido al problema emergente de salud que representa y a su potencial contribución en el esclarecimiento de los mecanismos biológicos que asocian la acumulación excesiva de grasa con este importante órgano del sistema nervioso.
El académico, nivel I del Sistema Nacional de Investigadores, indicó que dilucidar estas vías en etapas tempranas de la vida puede tener un impacto futuro en la detección de población de riesgo, así como implicaciones para la atención oportuna de alteraciones neurocognitivas.
Además de Benito de Celis, quien es doctor en Física Médica por la Universidad de Nottingham, Reino Unido, en el proyecto participan Eduardo Moreno Barbosa, Mario Iván Martínez Hernández, Javier Hernández López y Guillermo Tejeda Muñoz, investigadores de la BUAP.