Lorenzo Díaz: un cartógrafo del conocimiento

Historias de vida

Lunes, Febrero 26, 2018

Colaborador de algunos de los centros de investigación en Física más importantes del mundo, Lorenzo Díaz Cruz ve a la universidad pública como el espacio donde debe reflexionarse sobre los grandes problemas de la humanidad. Este académico  Nivel III del Sistema Nacional de Investigadores, adscrito a la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas, actualmente coordina el proyecto “Centro Internacional de Física Fundamental de la BUAP”, a la par de su labor docente y de investigación.
Sus más de 80 artículos publicados en revistas internacionales han dado pie a proyectos experimentales en el Gran Colisionador de Hadrones de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) en Suiza, en torno al bosón de Higgs y la materia oscura. De forma paralela, ha desarrollado un particular interés por la literatura y la educación.
La ciudad de Puebla es el escenario no solo de historias como La piel del cielo de Elena Poniatowska o Tía Nela de Enrique Serna. El protagonista El muchacho que soñaba con el Bosón de Higgs es un joven originario del estado de Guerrero que llega a estudiar el tercer año de preparatoria en la Angelópolis, donde se topa con un curso de física aburrido y tedioso. No obstante, un profesor cambia dicha situación al impartirles una vez a la semana clases de física moderna, específicamente de partículas.

Al igual que el alumno guerrerense, Lorenzo Díaz Cruz, autor de la novela, es un apasionado de la física que eligió una de las cunas del barroco novohispano como el espacio idóneo para desarrollar gran parte de su vida profesional. Originario de Tlapa de Comonfort, el doctor en Física Teórica por la Universidad de Michigan, actualmente está adscrito a la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas (FCFM) de la BUAP y forma parte del Nivel III del Sistema Nacional de Investigadores.
Sus aportaciones teóricas a la Física contemporánea han motivado investigaciones experimentales en el Gran Colisionador de Hadrones, de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN, por sus siglas en francés), con la finalidad de indagar sobre las propiedades del bosón de Higgs. Ubicado en Ginebra, Suiza, el CERN reúne a los investigadores más destacados de distintos países, por lo que es considerado el principal centro de investigación en Física de todo el mundo.
La teoría propuesta por el también director de más de 20 tesis de posgrado (10 de maestría y 14 de doctorado) fue publicada en un artículo de Physical Review Letters, la revista más importante de su área.  En su texto, concibe a la partícula de Higgs como un fenómeno holográfico emergente, por lo cual tendría “asociada una partícula neutra sin carga estable que cumpliría con las condiciones para ser materia oscura”. Este tema, su principal línea de estudio, busca explicar el origen de la masa de la materia y el universo, que a nivel fundamental  proveen  las condiciones para que surja la vida.
“A veces trato de hacer conexiones de lo que he estudiado por muchos años hacia cortes más actuales, que son un poco más multidisciplinarios e interdisciplinarios. Por ejemplo, después del hallazgo del bosón de Higgs, el siguiente descubrimiento muy importante y trascendente es la detección de ondas gravitacionales”, señala el especialista. Este tipo de ondas podrían ser  la huella que el mecanismo de Higgs dejó durante el Big Bang, por lo que el interés de Díaz Cruz está también enfocado en comprenderlas y detectarlas.
Debido a la calidad de sus investigaciones, Díaz Cruz ha participado en grupos de trabajo de alcance mundial, como el RUN2 del acelerador de partículas Tevatron, del Laboratorio Nacional Fermi, en Estados Unidos; el proyecto del Colisionador Lineal Compacto (CLIC, por sus siglas en inglés) y el estudio teórico CPV-Higgs, ambos del CERN.
Por ello, actualmente funge como coordinador del proyecto “Centro Internacional de Física Fundamental (CIFFU) de la BUAP”, auspiciado por la VIEP. Dicho espacio reúne a investigadores de distintas Facultades de la Universidad -así como externos- que comparten líneas de investigación, con la finalidad de fomentar la internacionalización de su trabajo, así como formar recursos humanos de alto nivel en el área. Cabe destacar que, además de científicos de distintas partes del país, en el CIFFU confluyen colaboradores procedentes de Suiza, Japón, Estados Unidos, Argentina, España, India y Reino Unido.
Tras décadas de trayectoria en la Física, el ganador del Premio Puebla de Ciencia y Tecnología 2009 en el área de Ciencias Exactas y Naturales, señala:
¿Cuál es la importancia de hacer investigación científica en México?
Hay, digamos, tres niveles: uno es comprender la naturaleza. Quizá hay áreas que parecen más abstractas y más difíciles de conectar, pero eventualmente se logra. Incluso hay problemas actuales de gran trascendencia: por ejemplo, cómo la actividad humana impacta en el cambio climático;  todo eso hay que responderlo de manera científica. La ciencia nos ayuda a comprender la naturaleza incluso para sobrevivir en ella.
Hay otra vertiente que es la aplicación. Todos los aparatos que hacen nuestra vida más cómoda, como los celulares o los láseres,  vienen de alguna manera de la mecánica cuántica, teoría abstracta a principios del siglo XX que, en su momento, nos ha dado una revolución tecnológica.
La tercera es el significado de la humanidad. Esto es, tener una perspectiva de qué hacemos en este universo. Comprender y conocer la naturaleza, la búsqueda de la verdad y del orden subyacente en el universo, es también algo que nos define. Así como nos dio, desde la antigüedad, por hacer dibujos en la pared de una cueva y mirar el cielo, eso nos define como seres humanos: somos parte de un universo tratando de conocerse a sí mismo, como dijo Carl Sagan.
Lorenzo: viajero de estudios
Lorenzo comenzó su relación con la ciudad de Puebla desde muy temprana edad. Dada la cercanía de Tlapa con el estado vecino, era costumbre que los niños fueran llevados de paseo a la capital poblana cuando se portaban bien. Así, al finalizar con buen rendimiento su segundo año de primaria, su padre lo premió con una visita a la ciudad que años más tarde sería su hogar.

Tiempo después, se trasladó a Acapulco para estudiar la preparatoria. “Luego, bromeo y digo que mi máximo error fue irme a estudiar a Acapulco: hay que irse a divertir a Acapulco”, comenta entre risas en su cubículo de FCFM.  Posteriormente, se mudó al centro del país para matricularse en la Licenciatura en Ingeniería Física de la Universidad Autónoma Metropolitana y, más tarde, en la Maestría en Física del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV) del Instituto Politécnico Nacional.
Al cursar dicho posgrado, estuvo en contacto con la Escuela Mexicana de Campos y Partículas, la cual contaba con la participación de investigadores de Estados Unidos. Este acercamiento despertó su interés para continuar su formación en aquel país, al integrarse al Doctorado en Física Teórica de la Universidad de Michigan.
Desde la conclusión de esta etapa hasta la fecha, ha realizado estancias de investigación en instituciones como la Universidad de California, Berkeley, el CERN y el Centro Internacional de Física Teórica (ICTP, por sus siglas en inglés). De igual forma, fue profesor asociado en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde ingresó primero como investigador posdoctoral.
El físico publicado en Tierra Adentro
Desde su educación básica, Díaz Cruz ha tenido una fuerte relación con la literatura. Al hablar sobre los libros de texto gratuitos, específicamente del de Español Lecturas, destaca: “eran muy bonitos y eso te invitaba a leer,  acercarte a ese mundo de literatura. En mis primeras imágenes recuerdo haber leído a Gabriela Mistral”.

Años después, desarrolló una predilección bien cimentada por dos escritores, no únicamente por su afinidad literaria, sino también por una razón extratextual: ambos eran físicos. Tanto Nicanor Parra como Ernesto Sábato “dejaron a la física, un poco decepcionados, pero hay que entender su tiempo: después de la Segunda Guerra Mundial, era fácil descreer en el progreso; tanta destrucción, muerte... todo eso hacía desconfiar de la ciencia”, apunta.
De la misma forma que sus compras en las librerías, su decisión por migrar a Michigan, Estados Unidos, estuvo influida en cierta parte por su afición literaria. En el volumen de ensayos Disturbing the universe, el físico Freeman Dyson describe a distintas personas que conoció a lo largo de su trayectoria científica. Dentro del texto,  narra en extenso sus experiencias en la Universidad de Michigan, señal que tomó Díaz Cruz para elegir dicha casa de estudios.

Una vez ahí, la literatura continúo caminando de la mano de sus extensos cálculos. En su tercer año de formación, el científico reconoce que se encontraba un poco cansado. “El proceso del doctorado tiene sus altas y bajas, como muchas actividades en la vida”.

Durante uno de los veranos, después de la cena, decidió ir a la biblioteca de la universidad, la cual contaba con una colección de literatura latinoamericana “impresionante”. Tras recorrer algunos estantes, se topó con una de las obras que no solo causó una sacudida en la literatura mexicana, sino también en su vida: Palinuro de México, de Fernando del Paso. “Comencé a leerlo: es un banquete barroco. Me divertí tanto que le retomé gusto a la vida misma.
Terminaba como a las 10 de la noche de leer uno o dos capítulos, me regresaba a la oficina a seguir trabajando, hasta las 3 o 4 de la mañana. Esa última etapa del doctorado la disfruté muchisimo gracias a Fernando del Paso y Palinuro de México”.
Al concluir su posgrado, regresó a México a principios  de los 90, como profesor en el CINVESTAV,  luego realizó un postdoctorado en Europa y a mediados de los 90 se incorporó al Instituto de Física de la BUAP, donde permaneció hasta 2003. A su llegada, además de co-fundar el Grupo de Altas Energías de dicha unidad académica, comenzó a interesarse por la creación literaria. Dicha inquietud lo motivó a unirse a un taller cuya profesora, al cabo de dos años, avisó con emoción a sus alumnos que les publicarían sus textos en Tierra Adentro, revista auspiciada por el entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA).
“Estábamos emocionados y publiqué los poemas. Pero, al paso del tiempo, me di cuenta de que mi poesía quedó muy rígida. No me gustaba, no era tan natural”, confiesa. No obstante, esto no fue un impedimento para que, más tarde, tradujera obra poética del Premio Nobel de Química Roald Hoffman. “Para mi sorpresa, muchos años después, me escribieron de España para pedirme permiso para que mi traducción fuera incluida en una colección”.
Cuando la realidad supera a la ciencia ficción.
A pesar de que, de acuerdo con el investigador, el 90 por ciento de su tiempo lo dedica a la ciencia, aún encuentra momentos para la literatura. En la actualidad, se ha acercado particularmente a la ciencia ficción con autores como Isaac Asimov y Ray Bradbury, relata. En el caso de este último, en Crónicas marcianas, Díaz Cruz reconoce la denuncia social que plasma el autor en un pasaje que narra la disputa entre un hombre caucásico y otro afroamericano. “Es impactante ahí la tensión. Es una denuncia de toda la brutalidad del racismo de nuestras sociedades; la mexicana no se escapa, aunque está escondido”.
Al respecto, asevera que el México actual está muy estratificado. “Muchos nos educamos en una cultura machista, pero eso ya no puede ser. A las mujeres la sociedad tiene que reconocerles los mismos derechos y oportunidades que a los hombres”, ejemplifica. Asimismo, narra que ha asistido a reuniones de gestión sobre investigación en México, en las cuales las personas con piel morena son la minoría: “en la sala toda la gente era blanca y el único moreno, además de mi caso, era un profesor de la India”.
Dadas estas situaciones, plantea la necesidad de una formación humanista que las equilibre. En su ensayo La educación del ciudadano en el México del siglo XXI –aún inédito- propone a la educación como aquella actividad que debe proveer de varios pilares en los cuales se sustente un México mejor. Otras de las vertientes que considera necesarias atender para mejorar la situación del país son la educación política económica y el equilibrio regional, detalla.
En este proceso, la universidad pública juega varios papeles. “Uno de los más importantes es la parte profesionalizante. Mucha gente venimos de un ambiente humilde: si no es por la universidad pública, no tendríamos opción de progreso. La Universidad es un factor fundamental de movilidad social”.
Aunado a ello, otra de las potencialidades de la universidad pública es apoyar a la economía mediante una formación técnica de calidad que permita incidir en un mejor desarrollo. Finalmente, “la universidad debería ser el espacio en el que se reflexione sobre los grandes problemas de la humanidad […] tendría  que ser el ejemplo de ese México que queremos, no al revés, que refleje algunos de los vicios del México de todos los días”.

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